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Las transacciones económicas y las decisiones de inversión vienen acompañadas de incertidumbre de manera implícita.

Vivimos en un entorno incierto, donde el futuro no siempre se ajusta a nuestras predicciones.

El riesgo que asumimos en nuestras acciones reside en que nuestros pronósticos no sean los acertados y no se desencadene el resultado deseado.

¿Qué tipos de riesgos existen?


Los riesgos están presentes en cualquier actividad.
Si clasificamos los riesgos según su naturaleza, podemos distinguir entre:

  • – Riesgos Económicos
  • – Financieros
  • – Ambientales
  • – Políticos
  • – Legales

Cuando valoramos nuestra actuación en el mercado nos centramos en los Riesgos Económicos y Financieros, sin prestar tanta atención a los Riesgos Ambientales, cuya probabilidad es incierta y se calcula en base a estimaciones de su tiempo de recurrencia.
Existe una creencia generalizada de que el futuro es una simple prolongación de las tendencias que representan nuestro presente, siguiendo un esquema más o menos previsible, lo que excluye a los factores de baja probabilidad pero de gran impacto.
Dentro de esta última categoría se situaría la pandemia del COVID-19, la cual ha desestabilizado la economía a nivel mundial.
Sí es cierto que no todos los sectores se han visto igualmente afectados, y todavía no conocemos el impacto definitivo que alcanzará.
Según un estudio recientemente publicado por CESCE, las actividades más perjudicadas por la pandemia sanitaria serán el turismo, el comercio al por menor no alimentario, la automoción, el textil y confección, los bienes de consumo duradero y las actividades de ocio y culturales.
En el lado opuesto se sitúan el sector de la tecnología de la información y las telecomunicaciones, alimentación, los servicios financieros, el sector energético y farmacéutico.

¿Cómo podemos mitigar el riesgo en nuestras decisiones financieras?


Este impacto generalizado en la economía nos lleva a recopilar algunos consejos de gestión del riesgo, que nos ayuden a amortiguar situaciones adversas que puedan afectar a nuestras decisiones financieras:
Planificación. Antes de invertir, es importante establecer unos objetivos y estrategias para su consecución, valorando todas las ventajas e inconvenientes de las inversiones existentes en el mercado.
Capacidad de decisión. Hay que saber detectar y aprovechar las oportunidades que surgen, actuando rápidamente y sin posponer las decisiones que vemos claras, sin perder de vista sus riesgos y consecuencias.
Formación. Conocer la materia es fundamental para el éxito en cualquier área de negocios e inversión, de lo contrario, deberás apoyarte en expertos que te asesoren en tus decisiones.
Diversificación. Una estrategia de inversión fundamental es apostar por varios productos evitando la concentración de cartera, con el fin de minimizar las consecuencias si hay una pérdida de valor significativa en alguno de ellos.
Ser paciente. Las inversiones deben ser proporcionales a la capacidad de ahorro, bajo ningún concepto deben superar las capacidades individuales. Es importante tener capacidad de espera hasta conseguir el resultado perseguido, pudiendo prescindir en el corto plazo de los recursos invertidos.

La importancia de una buena gestión del riesgo


El binomio rentabilidad-riesgo viene asociado a la incertidumbre del comportamiento futuro en cualquier inversión. No existe inversión sin riesgo, sin embargo, algunos productos implican más riesgo que otros.
Aprender a gestionar el riesgo y la incertidumbre son imprescindibles para conseguir el éxito en nuestra inversión. Aunque no existe una ciencia exacta, sí pueden influir positivamente las habilidades y las características personales y profesionales del inversor para conseguir los resultados deseados.
Para concluir, considero interesante mencionar una frase del economista Félix Campoverde Vélez, muy vinculada al riesgo implícito en nuestras decisiones financieras:
“El riesgo en sí mismo no es malo; lo que sí es malo es que el riesgo esté mal administrado, mal interpretado, mal calculado o incomprendido.”

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